Durante todo el año la gente espera con ansiedad a que llegue el San Juan para participar en las abigarradas cabalgatas.
Los jinetes, ataviados con anchos zamarros, pañuelos raboegallo, sombreros suaceños o corroscas de pindo, al trote o al galope y con los ponchos agitados por el viento, son un espectáculo saludado con entusiasmo por los habitantes de las casas y los ranchos del camino.
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